La lectura no es una actividad en la que hay que decodificar un significado existente en el texto, sino un proceso destinado a construir el significado de un texto en el que se producen transacciones entre pensamiento y lenguaje. En esa tarea, el lector pone en juego lo que conoce acerca de:
ü Los usos y funciones del lenguaje;
ü El tema del que trata el texto;
ü El tipo de texto;
ü El conocimiento del léxico.
En el acto de leer, la actividad intelectual procesa la nueva información a la vez que pone en juego esos conocimientos y saberes previos, que son los que influyen en la comprensión. Además se emplean estrategias que básicamente son tres:
El muestreo: cuando se lee, el ojo elige determinadas marcas del texto y no todas las letras y los signos. Este procedimiento permite la comprensión. Si una persona leyera letra por letra estaría decodificando pero no entendiendo. Esto le sucede a los niños que están en etapa de aprendizaje y todavía no utilizan esta estrategia. Cuanto más entrenado está el lector, más rápido y mejor seleccionará esas marcas.
La anticipación: el lector entrenado anticipa todo el tiempo: cuando hay una palabra cortada que continúa en la línea siguiente, imagina su final. Lo mismo hace con un diálogo: frente a determinadas preguntas, se precipita a suponer las respuestas. Hay muchos aspectos de un texto que nos brindan información y permiten una mejor comprensión: un título, una palabra en negrita o en bastardilla, los diferentes formatos ( poema, carta, noticia, folleto, diccionario).
La inferencia: a pesar de que hay mucha información que no está presente en un texto, el lector puede sacar conclusiones gracias a sus saberes previos. Por ejemplo, si vemos un papel de gran tamaño con fotos, grandes titulares y fecha del día, podemos inferir que se trata de la portada de un diario. Por eso, cuanto más datos se conozcan ( contexto, autor, destinatario, dibujos, epígrafes..) más fácil resultará esta tarea.
Compartimos una lectura
Un hombre, su caballo y su perro caminaban por un sendero. Al pasar cerca de un árbol gigantesco, cayó un rayo, y los tres murieron fulminados.
Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había dejado este mundo y siguió caminando con sus dos animales (a veces a los muertos les lleva un tiempo ser conscientes de su nueva condición...).
La caminata se hacía muy larga, colina arriba, el sol era de justicia, y todos terminaron sudados y sedientos. Necesitaban desesperadamente agua. En eso estaban cuando, más allá de una curva del camino, avistaron una puerta magnífica, toda de mármol, que conducía a una plaza adoquinada con bloques de oro, en cuyo centro había una fuente de donde manaba agua cristalina.
El caminante se dirigió al hombre que guardaba la entrada:
-Buenos días.
-Buenos días - respondió el hombre.
-¿Qué lugar es éste, tan bonito?
-Esto es el cielo.
-Pues qué bien que hemos llegado al cielo, porque nos estamos muriendo de sed.
-No hay problema. Aquí usted puede entrar y beber toda el agua que quiera.
Mientras decía eso, el guarda señaló a la fuente.
-Mi caballo y mi perro también tienen sed.
-Lo siento mucho, pero aquí no se permite la entrada de animales.
Al hombre aquello le disgustó mucho, porque su sed era grande, pero no estaba dispuesto a beber él solo; dio las gracias y siguió adelante. Tras mucho caminar, ya exhaustos,
Llegaron a una finca que tenía por entrada una vieja portezuela que conducía a un canino de tierra, bordeado por arboles en sus dos orillas. A la sombra de uno de los árboles había un hombre tumbado, con la cabeza cubierta con un sombrero, posiblemente durmiendo.
-Buenos días -dijo el caminante.
El hombre no devolvió el saludo. Apenas si respondió meneando la cabeza.
-Tenemos mucha sed, mi perro, mi caballo y yo.
-Hay una fuente en aquellas piedras - dijo el hombre señalando el lugar. Pueden beber cuanto les plazca. El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y mataron su sed. A continuación, el hombre regresó para dar las gracias.
-Apropósito, ¿cómo se llama este lugar? -Se llama cielo. -¡Cielo? ¡Pero si el guarda de la puerta de mármol dijo que el cielo era allí!
-Eso no es el cielo, es el infierno.
El caminante se quedó perplejo.
Pero ustedes deberían evitar eso.Esa falsa información debe causar a muchos grandes trastornos! El hombre sonrió: -De ninguna manera. En realidad, ellos nos hacen un gran favor. Porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos...
Paulo Coehlo